Todos hemos sido educados para ser felices, hacemos de todo, hasta lo indecible para lograr ese "punto culminante" en nuestra vida, en que podamos decir: "soy felíz", pero..., ¿y luego qué pasa?, ¡claro!, lo de siempre, lo importante no es "llegar" sino mantenerse, y precisamente el "mantenerse en estado felíz" es sinplemente una quimera, pues nuestra vida generalmente resultará siendo una constante Montaña Rusa, en la que a veces quisiéramos ni siquiera haber sido parte de los pasajeros, o bajarnos de ella cuando va en pleno recorrido; y así es como se nos va la vida entre subi-bajas y vaivenes interminables, y sí, ¡eso es la vida!
Si tuviéramos que medir nuestra felicidad en números del 1 al 10, seguramente habremos pasado por días de 10, y hasta con mención honorífica, otros serán regularsones, y otros más, definitivamente con calificación reprobatoria.
Pero como mi Mamá decía: "Cada cabeza es un mundo", en "mi mundo" decidí, desde hace muchos, muchos años, que para mí el "Día más Felíz"..., es en el que no pasa nada...
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