domingo, 26 de octubre de 2014
Estados Unidos..., ¡Allá voy!
Desde niña tuve la ilusión de ir a los "United States", pues era común ver que mis hermanas mayores iban de paseo a Estados Unidos y Canadá, por medio de los viajes organizados en la escuela, al ver que ellas regresaban muy contentas y con hermosos regalos para mí, pensé: "yo también quiero ir". Y se me presentó la oportunidad cuando estaba en Sexto de Primaria, pues una Agencia de Viajes organizaba el clásico viaje a Estados Unidos, y por supuesto a Disneylandia, yo sin pensarlo 2 veces le comenté a mi Mamá que me encantaría ir, y ella me dijo que por ella sí me daba permiso, pero que tenía que hablar con mi Papá para el "otro permi$o"..., y me hizo la señal que me hacía siempre con su mano para referirse al "dinerito", pues si ella me decía "sí", pero mi Papá decía "no", no habría manera de ir.
Llegó mi Papá, y le dije lo que pasaba, y que yo tenía muchas ganas de ir, y que como mis hermanas ya habían ido, y no sólo una, sino varias veces, yo también quería hacerlo, el me dijo inmediátamente que sí, y yo felíz se lo comuniqué a mi Mamá, y al día siguiente a la Maestra de Inglés, quien era la encargada de la organización del viaje, en colaboración con la Agencia, ella se puso muy contenta, y me dijo que me lo merecía, porque era una buena alumna de Inglés.
Pasaron unos días y llegó el momento de dar el "sí" definitivo con el anticipo para el viaje, cuando ví a mi Papá le dije tranquilamente: "Papá: ¿ me puedes dar el dinero para el viaje, para llevarlo mañana a la escuela?", y él me contestó sorprendido: ¡cuál viaje!, y yo le insistí, "el de Disneylandia", pero él me dijo un rotundo ¡No iras!, por supuesto que me sentí desilusionada y molesta.
Al día siguiente se lo comenté a la maestra y me dijo: "No te preocupes, yo hablaré con tus Papás", y así lo hizo, fué a la casa, pero sólo estaba mi Mamá, las dos estuvieron hablando y mi Mamá le dijo que no me dejaba mi Papá porque yo era muy chica, y a mi Mamá se le ocurrió que le diría, que para que no se preocupara, iría también mi hermana mayor para que me cuidara, yo estuve de acuerdo, pues sí me agradaba la idea de ir con ella, así se lo planteó nuevamente mi Mamá, pero él volvió a decir un rotundo ¡No!.
Y como mi Mamá diría: "Donde manda Capitán..., no gobierna Marinero", , no hubo manera, y pasaron los años..., diez exactamente..., y durante todo ése tiempo yo seguí pensando que "algún día, yo iría por mi cuenta", pues lo tenía metido "entre ceja y ceja".
Llegó 1984, terminé mi carrera de Hotelería y Turismo, justo el último día de clases llegué a la casa, estaba tranquílamente lavando trastes, cuando me dice mi Mamá: "Te habla por teléfono tu Tía Tere", fuí a contestar, me dió mucho gusto saludarla, pues teníamos siempre una estrecha relación, y me dice muy emocionada: ¡Gina, Gina Conchinchina!, (como me decía de cariño), ¿quieres ir a Estados Unidos con nosotros?, me tomó de sorpresa, y le dije que tenía que comentárselo a mi Mamá, y me contestó miTía: "¡Sí, pero rápido!, porque estoy hablando de larga distancia", fuí de carrerita súper emocionada con mi mamá, y ella me dijo que sí me fuera, pues sabía la gran ilusión que tenía por años de ir allá. Regresé, y le dije a mi Tía que sí iría y me contestó: "¡Ten tus cosas listas, porque pasamos por tí en unas cuantas horas!", yo emocionada le contesté: ¡claro!.
Afortunadamente yo tenía mi Pasaporte y Visa listos, aún sin estrenar, pues había ido a sacarlos meses antes, pero sólo por si acaso alguna vez se presentaba la oportunidad, y como el que persevera alcanza, la oportunidad se presentó y dije que sí, pues "la oportunidad toca a la puerta..., pero no suplica"
Llegaron por mí, mi Tía Tere, mi Tío Eduardo y mis primos Lalo, Tere y Juan Carlos, me despedí de mi Mamá, me dijo que tenía unos cuantos dólares ahorrados, que no eran muchos, pero me servirían, ella me dió $150, y yo tenía $50, así que ya no iría con las manos vacías.
Y así comenzó la travesía, viajaríamos por carretera hasta Reynosa, Tamaulipas, a donde llegaríamos con unos amigos de mis Tíos, durante el camino, que sí fué largo, íbamos platicando, bromeando, comiendo, bueno, haciendo todo lo que se acostumbraba antes de la Era súper tecnológica que es ahora. Antes de llegar a Cd. Victoria, ya era el atardecer, en ése punto casi para anochecer, cuando Juan Carlos me dice de broma: "Gina, qué tal que se nos caigan las maletas", pues todas iban en la parte de arriba de la camioneta, amarradas con lazos, y yo le contesté: ¡No me asustes!, pues mi Tía Tere me había platicado que en una ocasión sí se les cayó la maleta de mi Abue Camila, y nunca la encontraron. Al poco rato de haberme dicho eso, Juan Carlos y yo volteamos por la ventanilla y vemos que ondeaba por el aire uno de los mecates, le dijo inmediátamente a mi Tío Eduardo: "¡Para el coche Papá!", y mi Tío se acomodó a un lado de la carretera, bajamos, y cuál fué nuestra sorpresa; ¡Mi maleta ya no estaba!, ¡era la única que se había zafado!, era una de esas de las que venden en las playas, hechas de petate tejido, y con la leyenda: "Acapulco", bordada con estambre, así que por eso, no había problema, el problema era que allí iban todas mis cosas, desde mi Pasaporte, mi ropa y todos mis artículos de uso personal.
Claro, todos entramos en pánico, nos dió tristeza, enojo, pero principalmente les dolía saber que yo ya no podría hacer mi sueño realidad, de conocer por fin Estados Unidos, y tristemente me dijo mi Tía que me tendría que quedar en Reynosa, en la casa de sus amigos, en lo que ellos iban y volvían a Mc Allen durante toda la semana..
Pero como mi Tía Tere no era de resignarse fácilmente, le dijo a mi Tío: "Eduardo, regrésate", y mi Tío le contestó: "pero ya va a anochecer", y mi Tía le insistió; y así volvimos nuestros pasos por la carretera, y no con muchas esperanzas comenzamos a buscar lentamente si se veía tirada mi maleta, y nada..., ya nos íbamos a regresar, y mis Tíos ven que se acercaba un carro y se dijeron: "vamos a preguntarles si vieron algo", les hicieron señas de que se pararan, así lo hizo el carro, se estacionó a la orilla de la carretera, justo del lado opuesto a donde íbamos nosotros; mi Tío Eduardo fué el que se bajó, para preguntar a los dos hombres que iban en el coche, cuando veo que ya tenía mi maleta en sus manos, me dió tanta, pero tanta emoción, que mi cerebro debió pensar; "¿Para qué me molesto en perder tiempo abriendo la puerta...?", ¡y que salto por la ventana de un solo brinco!, no sé cómo lo hice, pero a mis primos después no dejaba de darles risa la manera intempestiva en que salí de la camioneta.
Ví cómo mi Tío les daba un billete en agradecimiento por su buena obra, y volvimos a la camioneta, no podíamos creer que hubiera aparecido y la regresaran. Ya nuevamente en la camioneta, mi Tía reaccionó inmediatamente y me dice; "¡Gina, revísala!", "¡Qué tal que te hayan sacado tu pasaporte!", a mí lo que también me preocupaba eran mis pantalones marca "Gloria Vanderbilt", pues aún se los debía a mi Mamá, que me había prestado para comprármelos; así que la revisé inmediatamente, y cuál fué nuestra gran sorpresa: ¡Todo estaba intacto!, no faltó absolutamente nada, y mi Tía dijo: "No cabe duda que fuéron unos ángeles".
Ya era de noche y llegamos a un Hotel de Cd. Victoria, pues mi Tío tenía que descansar de tanto manejar. A la mañana siguiente llegamos a Reynosa, la familia amiga de mis Tíos nos recibió muy amablemente , nos prepararon una suculenta comida con las tradicionales tortillas de harina hechas a mano, deliciosas (creo que las mejores que he probado).
¡Y por fin a la mañana siguiente!..., ¡Mc Allen..., allá voy!. Todos estábamos tan contentos, pues después de las peripecias del camino, por fin iríamos juntos a divertirnos, yo estaba como pez en el agua, pues por primera vez estaba conociendo un "Mall", y yo encantada de la vida, y que veo a alguien vestido como "Boy George", , estaba tan emocionada, pues era de mis artistas favoritos, claro que era sólo algún fan vestido como él, pero a mi me causó gracia.
A mi Tía Tere le gustaba preguntar en las tiendas: "¿Y qué novedades tiene?", y le mostraban artículos originales para la cocina, el baño etc, yo creo que de ahí tomé el gusto para buscar cosas originales y novedosas.
Un día que andábamos caminando por las calles de Mc Allen, ví un Ferrari rojo, e inmediátamente pensé en mi programa favorito: "Magnum PI", y le pedí de favor a mi Tío Eduardo si me tomaba una foto junto al coche, y él me dijo que sí, pero yo le insistía: "Tío, que también salga el carro", así se lo dije varias veces, y cuando revelé el rollo, ya estando en México, en efecto el Ferrari salió perfectamente..., y de mí sólo los dedos de mi mano..., ¡bueno!,¡ pero al menos salió el coche!.
En adelante todo salió muy bien, y yo regresé encantada, pues había hecho realidad un sueño, que había durado diez largos años...
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