Uno de los recuerdos de mi infancia, que guardo en mi mente con gran cariño y emoción, son las ocasiones en que casi cada Domingo íbamos toda la Tropa Familiar a los famosos" Almuerzos de la Estación", esa Estación, era la del Ferrocarril.
Desde el momento en que mi Apá gritaba: "¿Quién quiere ir a la Estación?", ya sabíamos de antemano que pasaríamos un momento exquisito, y no sólo por la delicia de platillos, sino porque todos disfrutaríamos de bromas, las " Charlas de Don Celso", con su toque tan especial. Así al grito de "¡Vámonos! y el que se quedó ...se quedó!", emprendíamos nuetro camino, en la camioneta ó en dos coches, pues la chorcha era mucha.
Al llegar, éramos muy bien recibidos, pues éramos la "Familia de Don Celso", y claro, él tenía Vara Alta en medio León, por ése carácter simpático y bonachón que tenía,
Claro que en una mesa convencional no cabríamos, así que empezaba "la logística" de acomodo de mesas, para estar juntos.
El lugar, a pesar de ser sencillo, estaba rodeado de muchos árboles, flores y muchos pajaritos, que nos regalaban sus cánticos, pero el sonido más espectacular, era ese silbido del tren...puuuu,puuu,puuuuuu, primero muy suave y lejano, y a medida que iba pasando el tiempo, nos emocionábamos más, pues era cada vez más y más fuerte, hasta decir: "ya estoy aquí", y después así como llegaba, se iba hasta que se perdía por completo su...puuuuuuuu puuu puu pu,,,
Mientras, ya estábamos pidiendo nuetro jugo de naranja, atole de masa delicioso con sus pedacitos de piloncillo, leche ó refresco, ¡claro! una Coca chica, que porque esa era la más " buena ", decía mi Amá, ó una chaparrita del naranjo de "mandarina".
Yo casi siempre pedía lo mismo: mi huevo revuelto con costillas de cerdo en salsa roja y ésos ricos frijoles con su rebanadita de queso,¡ nada más recordarlo, se me hace agua la boca!. Los demás pedían carne de puerco con chile rojo ó verde, la deliciosa cecina, ¿ y las tortillas?...,¡, un verdadero manjar¡, sus salsas... ¡para chuparse los dedos!, y para finalizar...siempre nuestras gelatinas de jerez con rompope, claro que los Ramírez, si nó terminamos con un postre, es como no haber comido.
Y ahí no terminaba todo, pues nos íbamos a caminar por entre los árboles, hasta llegar a la vía del tren, y a veces hasta arriesgarnos a caminar un pequeño tramo dentro de ella. A mis hermanos mayores, lo que les divertía mucho hacer, era ir a las vías y poner monedas de .20 centavos de cobre,para que al pasar el tren, las dejara grandes y aplanadas,
Y finalmente, así como todo comenzaba con un grito de "¡vamonos!", al terminar todo el revuelo, se volvía a escuchar la voz de mi Apá, "¡vamonos!" y...el que se quedó...se quedó...
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